Hay diferencia entre cuentos y poesías, dicen, hay diferencias de estructuras y formas. Dos libros, dirán, uno que se lee con la velocidad de un escorpión y otro que se lee o se tendría que leer sentado en un sofá, que, también dicen, es más cómodo que una silla.
Senderos vertiginosos y espirituales. Dicen o dirán, hay sólo un libro. Péndulo es cuentos y Péndulo es poesía. Es movimiento, expansión, velocidad, reflexión. Como un acordeón que se extiende en el devenir delicado y no por ello menos certero, filoso y crítico,  de sus palabras.

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Cuentos breves, crudos, ácidos. Celebra la palabra, danza entre turbulentas aguas y apacibles brisas invernales, porque así han de ser los caminos, porque así ha de ser el paisaje que emerge entre neblina y rayos de sol que atraviesan espesas nubes. Godzilla en mi oído configura un universo que contempla lo cotidiano para develar los contornos poéticos y absurdos de un mundo más allá del mundo que no deja de ser esta realidad que nos oprime, comprime y asfixia. Allí la virtud de su brevedad y lo crudo de sus palabras: Develar aquello que quiere permanecer oculto.

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Arde Troya o arderá cuando los muros sean traspasados. Pero arde porque también arde la garganta. Mientras Valentina transita por calles de árboles añejos un pequeño Dragón observa la corona que cae sin retórica sobre la cabeza de Miss Universo. Arde Troya mientras cada una de la personas acarrea su número, su placa, su denominación e interpelados en su ignorancia, y por ella, observan pasivos como edificios devoran con voraz apetito jardines y paisajes. Arde garganta, Troya y Literatura entre tinieblas, rumores, monstruos, espaldas infames, piel que sangra al ser perforada por cifras y filos oxidados e invisibles. Literatura. Si miramos bien, si agudizamos la mirada veremos que a pesar de todo, en lo profundo del paisaje y crueldad del mundo hay quienes, tal vez pocos, tal vez una o dos personas, Valentina, dejan pasar primero a las palomas.

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