En el sedimento agónico de proyectos e iniciativas, el rumor siniestro, eco diáfano de golpes a puertas de templos derruidos por vendavales, evoca la fantasmagórica imagen de sacerdotes que espían a través de ojos de cerraduras como han de desfilar feligreses obsecuentes delante de la mirada impávida de rectores severos. El rumor, siniestro y maldito, emerge, caótico, ante un nuevo paisaje. Tras asumir que las entidades no caen por acción propia, no será, no ha de ser, el terror a fracasar aquello que tienda una trampa al desarrollo de nuevas iniciativas no ya destinadas a corroer simientes sino a fundar una prosa apta para ser cincelada sobre lápidas. Las bestias no tiemblan, no temblarán, nunca temblaron si se les permite entablar las reglas del juego. Las bestias no tiemblan, las bestias temen del susurro despiadado que las ignora.
Señalar que ex nihilo es una empresa es una afirmación que no tiene asidero en la estructura que instaura como tampoco en la doctrina que preserva. Decir que es una editorial, en el sentido propio de la palabra, dista mucho de ser cierto. Qué decir entonces. Es una criatura que nació tarde: en tiempos en que se pretende digitalizar hasta el rumor tardío de desquiciados poetas, ex nihilo imprime libros. Apuesta a la letra, a la palabra, al desequilibrio de la prosa. Al libro y sus formas. Al tránsito de mano en mano, al lugar y el espacio ocupado por un cuerpo. En tiempos en que la capacitación constante forma parte de la rutina del individuo, ex nihilo exalta desquiciada el trabajo intuitivo, la formación autodidacta, la oscuridad de talleres flotantes, el rumor seductor de largas jornadas de trabajo.
En tiempos en que la palabra es sometida a la carraspera insolente de gobernantes autócratas, al grito exuberante de líderes siniestros, desquicio obediente; ex nihilo celebra cada una de las palabras que quedan, y quedarán, irrevocable su destino, impresa en el folio. Celebra el ambiente caldeado de rumores aquellos provocados por la lectura en voz baja, aquel quebrantado por el sonido misterioso de susurros.
Ex nihilo es grafo. No es voz, no es afonía, no reclama púlpitos y feligreses. No ostenta escuelas y títulos. Es labor dedicada.
Ex nihilo es prosa. Es un poema cuya extensión está condicionada a su existencia. Prosa perturbada destinada a transformar el tímido soneto que decora los sepulcros en epitafios dignos de ser leídos.
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